• EL PLEBISCITO

    Desde la negociación del acuerdo de paz con las FARC, el partido en cabeza del expresidente Uribe había propuesto que fuera sometido a consideración de los colombianos a través de la figura del referendo. Fiel a su carácter democrático y con una profunda convicción en que los ciudadanos deben tener la última palabra en la toma de las decisiones más importantes de la sociedad, en especial cuando hay modificaciones de fondo a la Constitución Política. El expresidente Uribe había explorado la figura del referendo para simplificar la estructura del Estado colombiano y combatir la corrupción al hacer una serie de preguntas a la ciudadanía como: la eliminación de las partidas globales (mermelada) en el presupuesto y la creación de audiencias públicas para definir los recursos de inversión con alcaldes, gobernadores y congresistas; la reducción en el número de

  • congresistas; la pérdida de investidura de congresistas, diputados y concejales por inasistencia o por violar el tope de financiación de sus campañas; la eliminación de las contralorías territoriales, las personerías municipales, entre otros.

    De las quince preguntas del referendo de 2003 solo una fue aprobada. La razón para que esto sucediera fue la imposibilidad de alcanzar el umbral necesario que la ley determinaba. Retomando la figura del referendo, Uribe había propuesto que los acuerdos de La Habana fueran sometidos a votación popular, al hacer una serie de preguntas relativas a los temas negociados con las FARC. El presidente Santos había hablado inicialmente de emplear la figura del referendo, posteriormente, cambió de idea y sugirió hacer un plebiscito. La diferencia entre ambas figuras jurídicas era que el referendo

  • consistía de varias preguntas y el plebiscito de una sola pregunta: blanco o negro. Además, el umbral del plebiscito era mayor al del referendo y el resultado del plebiscito no era vinculante, mientras que el referendo sí obligaba a que la decisión fuera acatada.

    Haber cambiado las reglas del juego en cuanto al sometimiento de los acuerdos de paz a la voluntad ciudadana, suponía un reto para quienes estábamos en la oposición. Al haberlo hecho, el Gobierno tenía mayores ventajas sobre nosotros. Después de todo ¿quién votaría “No” si se le preguntaba si quería la paz? Más que ante el Gobierno, nos enfrentábamos a un tema profundamente emocional, cada colombiano ansía la paz después de décadas de cruda violencia. Adicional a lo emotivo, había un reto enorme en cuanto a la pedagogía de lo pactado en Cuba. Lo que la mayoría de los colombianos

  • conocía sobre el acuerdo eran los titulares que los medios de comunicación presentaban. En la letra pequeña era donde se encontraban los asuntos más complejos y de mayor impacto para la democracia colombiana, en ese sentido, nos encontrábamos ante la disyuntiva de si participar o no de dicho proceso democrático. El debate interno empezaba.

    Aunque no puedo decir con certeza cuál era la proporción de congresistas a favor de la abstención y cuántos a favor de participar y promover el “No”, lo cierto es que el partido sí estaba dividido en esta materia. El mismo expresidente Uribe se mostraba indeciso, reconocía los argumentos de lado y lado. Por esos días escribí una columna para el periódico Portafolio titulada “Plebiscito: ¿qué hacer?”. El mismo día de la publicación, la polémica se encendió en mis redes sociales, había seguidores

  • del partido que se sentían ofendidos con una postura como la mía, donde alegaba falta de garantías, de igualdad y de reglas del juego claras para entrar en una contienda tan importante. Si bien muchos de los argumentos de las personas que me criticaban esgrimían, eran profundamente emocionales y reconozco el valor de ellos, pues, en el fondo se notaba que nuestros seguidores realmente querían enfrentar el reto, aunque todas las condiciones para hacerlo fueran adversas.

    Al ver que el panorama no aclaraba y la decisión respecto a si participar o no en el plebiscito se demoraba, el expresidente Uribe citó a toda la bancada en un hotel al norte de Bogotá para escuchar los argumentos de todos frente a este tema. Fue una especie de cónclave. Estuvimos encerrados varias horas sin movernos de allí hasta que se decidió. Cuando llegamos al lugar

  • de reunión, se sentía tensión en el ambiente, algunos partidarios del “No” se mostraban escépticos con quienes estábamos por la abstención y viceversa. Uno a uno fue pidiendo la palabra y haciendo su exposición. A medida que las intervenciones avanzaban, cada vez me sentía más convencido de las tesis por la abstención, que aunque eran minoritarias, las encontraba más razonadas y serenas.

    del partido que se sentían ofendidos con una postura como la mía, donde alegaba falta de garantías, de igualdad y de reglas del juego claras para entrar en una contienda tan importante. Si bien muchos de los argumentos de las personas que me criticaban esgrimían, eran profundamente emocionales y reconozco el valor de ellos, pues, en el fondo se notaba que nuestros seguidores realmente querían enfrentar el reto, aunque todas las condiciones para hacerlo fueran adversas.

    Al ver que el panorama no aclaraba y la decisión respecto a si participar o no en el plebiscito se demoraba, el expresidente Uribe citó a toda la bancada en un hotel al norte de Bogotá para escuchar los argumentos de todos frente a este tema. Fue una especie de cónclave. Estuvimos encerrados varias horas sin movernos de allí hasta que se decidió. Cuando llegamos al lugar

  • Interviniendo en la plenaria de la Cámara de Representantes. Al fondo el mural del maestro Obregón.
  • Escuché con atención y tomé nota, redacté un breve documento de diez puntos sobre la importancia de la abstención. Lo comparto con ustedes:

    - 10 argumentos para abstenernos en el plebiscito:

    1. El No es inconsistente con la postura del partido que ha denunciado que el mecanismo es arbitrario, antidemocrático y engañoso. Es diferente la abstención para la elección uninominal o de corporaciones a la de un mecanismo como el plebiscito.

    2. La participación en el plebiscito implica reconocer el mecanismo que hemos denunciado y por lo tanto sus resultados.

    3. Diferentes partidos —por no decir todos— han

  • manifestado públicamente en el Congreso el interés por sacar al “uribismo” del escenario político una vez se firme la negociación. No olvidemos que las FARC participarán activamente en esta campaña. El mayor anhelo de ambos es derrotarnos en el plebiscito.

    4. La posibilidad de participación de servidores públicos en el plebiscito busca enfrentarnos en las regiones con mandatarios locales. No solo estaremos compitiendo contra el Gobierno central, sino contra los municipales, lo que, a su vez, busca enemistarnos con alcaldes. ¿Cuántos alcaldes en desacuerdo con lo negociado estarán dispuestos a enfrentar al Gobierno, participando activamente en una campaña por el No?

    5. El impacto ante la comunidad y medios internacionales sobre una decisión de abstención nos dará la oportunidad de explicar

  • las razones sobre las que consideramos que el plebiscito es inconveniente, engañoso y antidemocrático.

    6. Hemos sido enfáticos en que el reduccionismo del “Sí” y el “No” para una negociación tan extensa y compleja es inconveniente. ¿Por qué entonces aceptar el No?

    7. La pregunta del plebiscito será engañosa, se referirá a la paz como anhelo de todos los colombianos y no a la negociación en sí. Ejemplo: el senador Navarro Wolff, en un debate reciente, dijo que era increíble que nos opusiéramos a la desmovilización y entrega de armas de siete mil “combatientes”. La simplificación será la regla general en esta campaña.

    8. Al votar por el “No” estaremos aceptando la

  • arbitraria y antidemocrática decisión del financiamiento de esta campaña con recursos estatales y la falta de condiciones equitativas para la oposición. En este sentido, tendremos que pagar altas sumas para pautar en medios. Seremos nosotros contra el Estado en materia de pauta política.

    9. La abstención no significa quedarnos cruzardos de brazos, sino decir a la ciudadanía que no podemos someternos a reglas de juego inequitativas, antidemocráticas y diseñadas a la medida del Gobierno. Podemos optar por una abstención operativa donde digamos: No a la votación, Sí a la manifestación en las calles durante el día del plebiscito.

    10. Abstenernos es la respuesta coherente ante el falso dilema al que nos han querido enfrentar entre paz o guerra. Esa es precisamente la

  • disyuntiva que el Gobierno plantea en el engañoso plebiscito. Abstenernos deja sin legitimidad popular el acuerdo.

    Pedí la palabra y expuse estas ideas. El expresidente Uribe miraba atentamente, algunos asentían y otros desaprobaban mis ideas con sus gestos y expresiones de rechazo. Racionalmente veía que esta era la decisión adecuada, pero en política la razón no siempre prima ni acierta. Desdeñar el argumento emotivo por el solo hecho de serlo es equivocado, aunque sea correcto, la realidad es que la política es una actividad de alta carga emocional en donde las personas deciden en buena parte por sus emociones. El equilibrio es fundamental entre las ideas y los argumentos con exposición y comunicación emotiva, ni mucho de lo uno ni de lo otro.

  • Terminada mi intervención, Iván Duque pidió la palabra. Sabía de su convicción por participar activamente en la campaña y, por lo tanto, aunque ya conocía su postura, quería escuchar sus argumentos. Iván es un hombre que siempre tiene un libro debajo del brazo, es una de las cosas que más me impresiona de él, su capacidad de lectura y la diversidad de temas que consulta. Ese día cuando llegamos, noté que tenía en sus manos una biografía de John. F Kennedy.

    Su discurso giró en torno al coraje, dijo que aunque era evidente que teníamos todo en contra para emprender dicha campaña, era impensable que mientras el Gobierno con toda su estructura y poder vendían la cuestionable idea sobre un plebiscito entre paz o guerra, nosotros nos quedáramos cruzados de brazos sin decir nada al respecto. Iván insistía en el coraje

  • como valor que debía motivar nuestra acción, independientemente del resultado, teníamos todos los argumentos para hacerlo. Su intervención, a diferencia de las de otros compañeros que abogaban por el No, aunque llena de energía, se concentraba en el argumento y no simplemente en la emoción. Sus palabras me hicieron dudar sobre la conveniencia de la abstención como lo había propuesto anteriormente. Creo en el poder de los argumentos y en estar abierto a cambiar frente a un tema si la idea contraria es mejor. Este fue el caso del plebiscito. Creía en la necesidad de la abstención y lo argumenté con energía; sin embargo, el argumento contrario que defendía la necesidad de participar activamente en la campaña por el No, fue mejor y así lo asumí.

    Así las cosas, la campaña empezaba. Mientras el partido diseñaba un plan de trabajo nacional

  • para sus militantes, diferentes grupos de ciudadanos por iniciativa propia iniciaban acciones para promover los argumentos del No y para hacer pedagogía sobre la importancia de votar en dicha elección. En ese sentido, recuerdo que un grupo de personas en Medellín consiguieron un bus que decoraron con calcomanías alusivas al No y en este recorrían barrios y municipios del departamento. Algunos otros, hacían tertulias en casas y salones sociales donde invitaban a algún congresista, concejal o diputado para que expusieran los argumentos del No a vecinos de la zona.

  • En el teatro Pablo Tobón Uribe en Medellín, participando en un foro sobre el plebiscito del 2016.
  • Junto a mi equipo de trabajo decidimos concentrarnos en dos áreas: participar en debates llevados a cabo por medios de comunicación y universidades y hacer una serie de Facebook Lives para explicar y evaluar los acuerdos de La Habana. Esto último fue novedoso en la campaña y fiel a nuestro modo de comunicar. Procuramos divulgar en un lenguaje sencillo y de manera ágil, serena y dialogada los extensos y complejos textos redactados por el Gobierno y las FARC. Lo primero que hice con mi equipo fue imprimir el texto de los acuerdos de paz y leerlos en su totalidad. Posteriormente, nos organizamos en grupos, de manera que cada uno estaba encargado de ciertos capítulos, hicimos un resumen de cada uno, nos reunimos, lo explicábamos entre nosotros resolviendo dudas sobre los temas más difíciles de explicar y procurando aterrizar los diferentes aspectos del

  • acuerdo en ejemplos sencillos y prácticos que pudieran ayudar a una mejor comprensión de los mismos.

    Posteriormente, anunciamos que explicaríamos los acuerdos a través de este medio digital y comenzamos. Yo me paraba al frente de la cámara del celular con los acuerdos en mano y notas sobre el capítulo que expondría ese día. Mi equipo me acompañaba para resolver dudas y así procurar ser rigurosos en nuestra exposición y en dar respuestas a quienes hicieran preguntas a través del chat. Por cada capítulo de los acuerdos hicimos un Live. Cientos de personas participaron en estos espacios de exposición y diálogo. Quienes seguían nuestras exposiciones a través de las redes sociales agradecían el espacio, porque a pesar de la intensidad de la campaña en cuanto a comerciales de radio y televisión, el trabajo pedagógico de los acuerdos

  • había sido escaso. Ante un texto tan extenso y complejo en conceptos e ideas, era necesario explicarlo en términos sencillos sin sacrificar contenido y caer en simplificaciones. Este mismo trabajo lo hicimos extensivo a espacios en medios a donde éramos invitados.

    Recuerdo un día que iba camino al aeropuerto de Rionegro para viajar a Bogotá a una sesión del Congreso, en el trayecto me llamaron de una reconocida emisora nacional para pedir algunos análisis sobre el capítulo de tierras del acuerdo. Una vez inició la discusión al aire, pedí a quien iba manejando el carro el favor de detener el vehículo y hacernos en una orilla de la carretera para así poder sacar el documento de los acuerdos de paz de mi maletín y respaldar mis argumentos en los puntos del texto. Al hacer esto, el debate cobraba otro tinte, nos alejábamos de las opiniones y valoraciones para

  • enfocarnos en la letra menuda de lo acordado. Este fue nuestro proceder en diferentes espacios: colegios, universidades, medios de comunicación, el Congreso y las redes sociales.

    Me duele mucho que todo el esfuerzo que mis compañeros y yo hicimos en exponer los acuerdos, divulgarlos públicamente y controvertirlos con ideas, haya sido opacado por las destempladas declaraciones de quien insinuó que en la campaña recurrimos a mentiras para lograr que la gente se indignara. Personas de la contraparte (muchos de ellos funcionarios del Gobierno Nacional) pueden dar testimonio sobre la manera como muchos de nosotros —la mayoría diría yo— hicimos la campaña. Vale la pena recordar episodios como el de la intervención de Iván Duque en la audiencia pública ante la Corte Constitucional en la demanda del acto legislativo por la paz (lo

  • encuentran en YouTube), seis meses después del plebiscito en abril del 2017. Allí, Iván expuso ante los magistrados, asistentes y medios de comunicación, algunas de las tesis de quienes nos oponíamos al plebiscito y al alcance de los acuerdos de paz pactados con las FARC, que llegaron al límite de transformar diferentes aspectos centrales de la Constitución Política. De igual manera, están las intervenciones de Uribe y tantos otros congresistas y líderes políticos que acompañaron esta campaña en los medios de comunicación en donde se puede certificar la seriedad y veracidad de los argumentos presentados.

    No puedo decir que quienes abogamos por el No ganamos el plebiscito en franca lid, el terreno de juego y las condiciones eran evidentemente adversas frente a nosotros. El Gobierno pautaba sin pudor en los medios de comunicación

  • vendiendo su tesis, empleó a fondo a los congresistas de la Unidad Nacional para que hicieran campaña por el Sí y utilizaba todos los espacios públicos posibles para vender su mensaje. Ganamos el plebiscito honestamente, con esfuerzo, acudiendo al coraje del que Iván habló el día en que decidimos participar en esta campaña y bajo la premisa del expresidente Uribe que dice: “No hay causa perdida”.