• EL PRIMER DÍA

    Veinte de julio de 2014. La posesión del nuevo Congreso se daría sobre las cuatro de la tarde, sin embargo, a los miembros de la bancada del Centro Democrático nos habían citado al mediodía en el hotel Tequendama para definir nuestra distribución en las comisiones del legislativo1.

    La Comisión Primera existe por tradición y porque es donde se hacen las reformas más

    1El Congreso tiene siete comisiones constitucionales permanentes y cada una se especializa en diferentes materias. La Comisión Primera está encargada de los temas constitucionales; la Comisión Segunda de seguridad y defensa, relaciones internacionales y comercio exterior; la Comisión Tercera y la Comisión Cuarta de asuntos económicos y el presupuesto nacional; la Comisión Quinta de agricultura, tierras y medio ambiente; la Comisión Sexta se ocupa de educación, comunicaciones e investigación científica; y, por último, la Comisión Séptima se encarga de la salud y el régimen salarial del país. Cada comisión está asociada a un ministerio, dependiendo de los temas que allí se traten. La primera se relaciona principalmente con el Ministerio del Interior y el Ministerio de Justicia; la segunda con la Cancillería, el Ministerio de Defensa y el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo; la tercera y cuarta con el Ministerio de Hacienda, y así sucesivamente. El fin de esta reunión previa a la posesión era definir qué congresistas pertenecerían a cuál comisión.

  • El día de la posesión del congreso, en la curul que iba a ocupar durante los próximos cuatro años. 20 de julio de 2014.
  • sustanciales del país, es considerada a su vez como la más importante. Debido a que los asuntos de esta comisión son los relativos a las reformas constitucionales, lo ideal es ser abogado para pertenecer a ella, pero esto no es un requisito. En teoría, es recomendable que la profesión que se tenga —si es que se tiene, pues, recordarán que para ser electo no se debe ser profesional— sea afín a los temas sobre los cuales se decidirá durante cuatro años. No obstante, repito que esto no es obligatorio según la ley.

    La mañana de la posesión me desperté temprano en un apartamento que alquilé en Bogotá, donde pasaría varios días durante cada semana por los próximos cuatro años. Con mi mamá, a quien había invitado a la posesión, lo primero que hicimos fue prender el televisor y sintonizar el Canal Institucional para ver el desfile militar del veinte de julio.

  • Desde niño me infundieron un profundo cariño por las Fuerzas Militares de Colombia, procuro no perderme el desfile anual de nuestros soldados y policías así sea por televisión y esta vez no fue la excepción. La diferencia con los años anteriores es que esta vez yo iba a ser un participante activo en ese día donde se celebra la independencia y la democracia del país.

    No voy a negar la emoción de primíparo que sentía. Días antes había comprado traje, camisa, corbata y zapatos nuevos para esa ocasión. Varias de las senadoras me molestaron diciendo que parecía que iba a hacer la primera comunión y la verdad es que miro las fotos de ese día y si bien no parecía que iba a recibir ese sacramento, sí parecía como un adolescente que iba para su fiesta de grado del colegio.

  • El caso es que llegué al Hotel Tequendama, tuvimos un almuerzo de trabajo y empezamos a discutir la asignación de las comisiones. Había una selección tentativa realizada por algunos de los congresistas con mayor experiencia en donde me ubicaban en la Comisión Primera de la Cámara, es decir, estaba asegurando un cupo en la comisión con más brillo y figuración. Pero ese no era mi objetivo, mi propósito era pertenecer a una comisión en donde sintiera identidad por los temas que se iban a discutir y en ese sentido la Comisión Segunda era en la que más me motivaba servir.

    Finalmente realicé un cambio con otro congresista que había sido asignado a la Comisión Segunda y que estaba realmente aburrido por ello, quedó feliz cuando le propuse que cambiáramos.

  • Adicional a la Comisión Primera que, como ya mencioné, toca temas de mucho interés público, las otras comisiones más apetecidas por los congresistas son las comisiones económicas (tercera y cuarta), puesto que es en estas en donde se discute el presupuesto nacional. Es donde más se puede influir para que se asigne dinero a proyectos de interés regional, pero también debo decirlo —sin entrar en generalizaciones— que estas comisiones son apetecidas porque son las ideales para que los inescrupulosos saquen tajadas del presupuesto para fines personales porque se condiciona y se apoya el voto favorable para los proyectos de ley del Gobierno, a cambio de favores o privilegios especiales a rubros de interés particular. Repito, esto último no es la regla general ni la razón que mueve a muchos congresistas que tienen experticia en estas materias y además son honorables, pero también ocurre lo contrario.

  • Una vez finalizó el almuerzo nos dirigimos al Capitolio Nacional. Recuerdo haberme montado en el carro de Paloma Valencia junto a Iván Duque y Susana Correa. Caminamos por la Plaza de Bolívar, nos tomamos un par de selfies y continuamos hacia la entrada principal del Capitolio. Ahí ocurrió algo que ha sido una constante hasta el momento en el que estoy escribiendo este libro y es que un policía me detuvo para preguntarme que para donde quién iba. Alguno de los que estaba conmigo le respondió con una sonrisa que yo era representante electo y que todos íbamos a posesionarnos, en cuanto escuchó esto dijo: “¡Ay, qué pena, doctor! Siga por aquí, por favor”. No exagero cuando digo que aún me siguen parando a la entrada del Congreso para preguntarme quién soy o hacia dónde voy.

  • Han sido tantos los momentos vividos en el Capitolio —buenos y difíciles— que recordarlos todos es prácticamente imposible, pero nunca voy a olvidar cuando entré por primera vez como representante electo al Salón Elíptico. Este es el salón grande, bonito y flanqueado por columnas color arena que constantemente se ve en la televisión. Recuerdo vivamente el sentimiento de pequeñez ante la grandeza del lugar y, mal que bien, ante la importancia del reto al que me enfrentaba. Y digo mal que bien porque así como este recinto ha visto nacer constituciones y leyes importantes que han hecho bien a muchos colombianos, también ha sido testigo del proceder de personajes infames de la historia que han ocupado curules allí, como fue el caso de Pablo Escobar, entre muchos otros.

  • Sin embargo, reitero que mi sensación fue de profundo respeto por este lugar y el camino que apenas iniciaba.

    Las plenarias o recintos principales del Senado y la Cámara de Representantes se encuentran en lugares diferentes del Capitolio Nacional. Sin embargo, para la posesión del Congreso, la elección del contralor general de la república y para la instalación anual de la legislatura, tanto los senadores como los representantes se reúnen en este salón en lo que se denomina congreso pleno. Durante mi periodo en el Congreso, la Cámara estaba compuesta por ciento sesenta y seis representantes y el Senado por ciento dos senadores, esto quiere decir que cuando había congreso pleno, el Salón Elíptico tenía por lo menos ciento dos huéspedes nuevos, razón por la cual, hay que llenar el salón de sillas

  • adicionales y el resultado es una multitud de personas en donde cuesta moverse con soltura.

    Una vez dentro del Salón Elíptico y en la silla que me había sido asignada, veía desfilar a personajes como Horacio Serpa, Antonio Navarro Wolf, Jorge Enrique Robledo y Álvaro Uribe —ahora en su nueva e histórica faceta de senador después de haber sido presidente en dos ocasiones— y fue ahí cuando pensé: ¿En qué carajos me metí? No se trataba de sentir simpatía o identidad con muchos de estos personajes, pero sí del reconocimiento de que, para bien o para mal, eran figuras de la política nacional, personas que habían tomado decisiones que habían cambiado la historia y que además llevaban décadas desempeñándose en este oficio.

  • Después del cuestionamiento que me hice sobre la profunda y azarosa marea en la que me había metido a nadar, pedí luces a Dios para que me guiara y me diera templanza para enfrentar con responsabilidad la tarea que estaba asumiendo.