Al momento de terminar este libro, Iván Duque, de 41 años de edad, fue elegido presidente de Colombia con una votación sin precedentes en la historia del país: 10,373,080 votos. Su mandato que apenas inicia, genera ilusión y esperanza en el futuro de Colombia. Es claro que una de sus prioridades será unir el país y procurar superar el estéril debate entre izquierda y derecha. Por el contrario, propone mirar hacia el futuro y asumirlo unidos como sociedad, como una nación.
La victoria de Duque abre paso a una nueva generación de líderes para asumir cargos de autoridad nacional e imprimir un estilo diferente de gobierno; cercano, sencillo, fresco, enérgico e innovador.
El nuevo presidente encuentra un mundo cambiante de manera acelerada a causa de la cuarta revolución industrial: inteligencia artificial, automatización, blockchain, drones, internet de las cosas, vehículos autónomos, entre otros.
Uno de sus grandes retos será promover esta revolución en el país, tanto en el sector privado como en el público. En el primero, para que sea más competitivo y produzca con mayor sofisticación de manera que dejemos la dependencia del carbón y el petróleo como motores de nuestra economía y empecemos a depender de nuestra capacidad de inventiva. Pero también hay enormes oportunidades en el sector público, en donde la digitalización es una necesidad y una urgencia.
Debemos dar el siguiente paso y transitar de la conectividad a la apropiación tecnológica por parte de la ciudadanía y el Estado para que los ciudadanos podamos realizar trámites con mayor agilidad y confianza; golpear contundentemente a la corrupción; lograr que cada proceso de licitación e inversión de recursos sea transparente y de acceso público; tener nuestras historias clínicas en la nube y que así los médicos puedan prestar un mejor servicio a los pacientes; combatir el crimen en las ciudades con mayor inteligencia de acuerdo a las posibilidades que el Big Data y la analítica proporcionan; atacar los cultivos ilícitos con la precisión que los drones permiten; monitorear con rigor la calidad del aire que respiramos y el agua que bebemos. En fin, las oportunidades que
la tecnología aplicada ofrece son innumerables y por lo tanto, debemos lograr un país que lo entienda y aplique en el mayor número posible de sectores de la sociedad.
Sé que Duque tiene claro este diagnóstico y asumirá el reto de dar los primeros pasos en la modernización del Estado colombiano e insertar al país en la cuarta revolución industrial. Estamos listos para ayudarlo en este o en cualquier otro espacio que considere apropiado, pues insisto en que le ha llegado la hora a nuestra generación de liderar, esta que tiene menos de 45 años y constituye el 73% de la población de nuestro país. Hay que aprovechar nuestra hora, hacerlo bien, reinventar la política y seguir abriendo espacios para que siga llegando un nuevo y renovado liderazgo al país, alejado del clientelismo, el interés burocrático y
la sed de poder y, por el contrario, motivado por la búsqueda del bien común.
Llega una nueva generación, que no necesariamente la define la edad sino una manera de ver y entender el mundo, y que tenemos el reto de transformarlo positivamente con las nuevas y poderosas herramientas que los avances de nuestra época nos ha suministrado. Espero poder ayudar en este cambio, bien sea desde el ámbito nacional o local, y así cumplir la idea que me llevó a no buscar la reelección en el legislativo que es pasar del discurso a la ejecución.
En este camino que nos marca la cuarta revolución industrial no sólo debemos buscar eficacia y eficiencia tecnológica, se trata de una búsqueda integral que ayude a redescubrir la dignidad del ser humano, el valor del bien
común y el equilibrio con el medio ambiente, pues el bienestar y la felicidad de las personas no radica en el hacer mejor o el tener más y más rápido, sino en vivir en armonía con las personas y la naturaleza que nos rodea y con quienes compartimos esta casa común que nos fue dada y que estamos llamados a conservar y mejorar.