Considero pertinente escribir algunas líneas sobre quién soy para que puedan saber un poco sobre quien está escribiendo, cabe destacar que me posesioné con veintiocho años como representante a la Cámara, pero más importante aún, fue llegar al Congreso como un ciudadano que no proviene de familia política y cuya experiencia en este sector había sido muy reducida y ejercida tras bambalinas y no como protagonista. Desde muy joven, o quizás desde niño, sentí un marcado interés por la política, me gustaba ver las noticias con mis padres en las noches, en el colegio me destacaba en las materias humanísticas, me costaban más las ciencias exactas y también he sido buen lector desde que tengo uso de razón. Si bien la política en general ha sido una afición, los asuntos públicos del país han sido mi mayor interés. Estudié Ciencias Políticas en la Universidad
EAFIT, cuando ingresé, esta carrera relativamente nueva, pero mi elección obedecía a la convicción que tengo sobre la necesidad de profesionalizar y tecnificar el análisis y la implementación de la política. Creo con firmeza que la política debe ser un servicio ejercido con excelencia por parte de personas preparadas y con alto sentido cívico y no una actividad para enriquecerse y gozar de privilegios efímeros.
Tanto en la universidad como en esta corta carrera política he procurado ser una persona de posiciones claras pero moderadas. Creo en la moderación y el equilibrio, el virtuoso medio del que hablaba Aristóteles y, sin ser incompatible con lo anterior, creo en las decisiones y posturas firmes. Si pudiera anticipar una reflexión en estas líneas iniciales, diría que una de los rasgos que hace daño a la política y a la credibilidad de las personas que ejercen esta profesión es la
falta de claridad a la hora de tomar posturas frente a temas importantes. No sé si es comodidad, el deseo de quedar bien, o ambas, pero no me deja de impresionar cuando un político es incapaz de comprometerse con una idea. Siento mayor respeto por quienes sí lo hacen, aunque esté en desacuerdo con ellos ideológicamente, pero es esa certeza y consistencia de lo que piensa quien toma decisiones en nombre de muchas personas, lo que genera confianza e identidad.
Fue precisamente este espíritu el que me impulsó a incursionar en la opinión pública. En febrero de 2008, cuando aún eran una novedad, abrí un blog y empecé semanalmente a escribir, publicar y compartir, a través de Facebook, columnas sobre relaciones internacionales y actualidad política. Hoy, diez años después, esta actividad es sumamente común, pero en su
momento fue algo novedoso. El blog aún está en internet, lo pueden encontrar en www.fhoyos.blogspot.com. Espero que si se toman la molestia de ojearlo, disculpen el apasionamiento con el que escribí en más de una ocasión.
La constancia con la que escribía en el blog y las numerosas discusiones digitales que tuve con quienes criticaban o cuestionaban algunas opiniones y posturas que expresaba, llevaron a que el blog adquiriera visibilidad y llegara a ojos de El Colombiano, en donde me ofrecieron un espacio para publicar ocasionalmente. Con el tiempo, estos esfuerzos se convirtieron en una columna semanal en la sección de opinión y, al adquirir importancia, las columnas pasaban del mundo digital al papel impreso y la prensa tradicional. Valoro enormemente la oportunidad que me fue dada en El Colombiano.
Fue gracias a este espacio que pude difundir mis ideas con un mayor alcance y esto, posteriormente, sería determinante para el inicio de mi carrera política.
De manera paralela, durante los últimos semestres de la universidad, empecé a trabajar con el entonces concejal Federico Gutiérrez, hoy alcalde de Medellín. Federico me abrió una oportunidad en su equipo de trabajo como practicante universitario y una vez terminada la pasantía, fui contratado a tiempo completo.
Estos años fueron maravillosos y de muchos aprendizajes: montar en metro todos los días para llegar a la Alpujarra, investigar sobre temas urgentes de la ciudad, caminar las calles de Medellín, interactuar con personas de otras visiones y estilos políticos, pero, sobre todo, aprender del liderazgo carismático y sincero de “Fico” fue invaluable. Después del Concejo participé en la primera campaña a la alcaldía de Federico en el 2011. Esa sí que fue una buena experiencia, si bien había participado como voluntario en otras campañas siendo mucho
más joven, esta era la primera en donde tenía un rol activo gracias a la confianza que me brindó. Si pudiera resumir lo que aprendí de esta campaña y de los 120.278 votos que se obtuvieron, es que es posible hacer política decentemente, alejado de viejas y nocivas prácticas como el clientelismo, la compra de votos y los típicos eventos en sectores populares en donde, para conquistar votos, se entregan regalos y mercados. Fueron buenos años: estudio, política y escritura.
Mientras la vida transcurría entre la campaña, cumplir con la columna semanal para El Colombiano y dictar clases en la Universidad EAFIT, un día vi que Álvaro Uribe había compartido en su cuenta de Twitter —herramienta nueva en su momento— una de mis columnas. Fue emocionante y esto me ayudó a entender el poder y nivel de influencia que se
puede llegar a tener en un periódico o un espacio de opinión. A partir de este momento nació una relación con él, al punto que, cuando iba a sus eventos, Uribe me compartía el micrófono ocasionalmente y me retaba con preguntas difíciles. Un día me preguntó frente a decenas de personas sobre qué salida veía yo a la informalidad de los jóvenes en Medellín. La verdad es que en ese momento no tenía ese chip puesto y mis prioridades eran otras, no una carrera política.
Una vez terminado su segundo mandato y con una lejanía cada vez más marcada con el presidente Santos, Uribe empezaba a configurar un nuevo partido político. Veía este proyecto con emoción, era una alternativa a todos los otros partidos que había en el país y en donde personalmente no encontraba posiciones ni visiones de país claras. ¿Qué hacía diferente al
Partido de la U del Partido Conservador o el Liberal?
El partido liderado por Uribe nacía con un ideario claro conocido como los cinco pilares. Estos pilares también fueron esenciales durante sus dos períodos de gobierno y son: seguridad democrática, confianza inversionista, cohesión social, diálogo popular y Estado austero. Debido a mi afinidad ideológica y la relación que construí con Uribe, fui invitado a pertenecer al partido y a conformar sus listas al Congreso. Este fue mi primer encuentro frontal con la política y fue un proceso largo y desgastante en la lucha por el poder. Finalmente, me atrevería a decir que por solicitud de Uribe, me ubicaron en el cuarto renglón de la lista cerrada a la Cámara de Representantes por Antioquia. A diferencia de los demás partidos, en las elecciones legislativas de 2014, el Centro Democrático tuvo
listas cerradas1. Quisiera compartir, además, lo que fueron mis viajes a Estados Unidos para estudiar en la Universidad de Notre Dame, en el estado de Indiana, donde realicé un programa en estudios políticos avanzados del Phoenix del Phoenix Institute, una organización que promueve el estudio de las artes liberales y la importancia de los valores y principios que han
1Para quienes no tienen claro la diferencia entre listas cerradas y abiertas: en las listas cerradas se vota por el partido, y dependiendo del número de votos, son electos un número determinado de candidatos cuyo orden ha sido establecido previamente. En las listas abiertas también se vota por el partido, y también dependiendo del número de votos por el partido, son electos cierto número de candidatos; no obstante, los candidatos electos no los determina el número en su lista sino la cantidad individual de votos que hayan adquirido. Si un partido en una lista cerrada consigue cinco curules, son electos los primeros cinco candidatos de la lista. Si un partido en una lista abierta consigue cinco curules, son electos los cinco candidatos más votados del partido, independientemente de su posición en la lista. Es por esto que las listas cerradas permiten que personas sin poder electoral, sino líderes de opinión, pueden ser elegidos en el Congreso. Depende más de la posición en la lista que del número de votos que esa determinada persona haya conseguido. Por eso es que durante época electoral, vemos nuestras calles repletas de vallas y pasacalles con fotos de candidatos junto al logo de su partido y siempre haciendo énfasis en su respectivo número en la lista; importa más su votación individual que la del partido.
formado la civilización occidental. Durante tres años viajé por un mes en cada verano a Notre Dame, una universidad católica muy bien reputada en Estados Unidos por su calidad académica y por su reconocido equipo de fútbol americano. Resalto mi tiempo allí, porque tuve la oportunidad de hacer grandes amigos de diferentes países, pero, lo más importante, estudiar a fondo a los filósofos clásicos y sus preguntas sobre la política y el bien común. Durante estos veranos leímos con detenimiento a Platón, San Agustín, Tucídides, Tocqueville, entre otros.
Estas lecturas y autores han marcado profundamente mi pensamiento. Destaco de esta experiencia, la calidad educativa y belleza de las universidades en Estados Unidos. La calidad académica se debe al profesionalismo de los profesores quienes, en su mayoría, son
doctores y dedican la totalidad de su tiempo a la labor de enseñar e investigar. Una diferencia importante entre los profesores en norteamérica y Colombia es que allí se enseñan los planes de estudios estipulados sin hacer juicios de valor o compartir posiciones políticas, con el fin de que los estudiantes desarrollen un pensamiento crítico basado en los argumentos y los hechos. Por el contrario, los profesores en Colombia anuncian sus posiciones políticas constantemente y puede que, de manera involuntaria, prevengan el desarrollo de este pensamiento crítico que tratan de inculcar en sus estudiantes.
En relación a la estética, los fundadores de las universidades tradicionales como Harvard, Georgetown y Notre Dame, entendieron el valor e influencia de lo bello en la formación académica de los estudiantes. Los edificios, bibliotecas, jardines y hasta capillas de algunos de estos lugares, son espacios que realmente invitan a la reflexión, la serenidad y a la trascendencia.
Después de culminar los estudios en Estados Unidos, siendo ya congresista, hice una maestría, nuevamente en EAFIT, en Gobierno y Políticas Públicas. Tener ya la experiencia y no solo la convicción, como lo mencioné anteriormente, acerca de que el ejercicio de la política requiere competencias técnicas que sirvan como herramientas para tomar decisiones más responsables, fue lo que me condujo a optar por este posgrado.
La maestría me ayudó a tener una visión y actitud más desapasionada y de entendimiento sobre la complejidad de los problemas de la administración pública. En definitiva, el diseño e implementación de políticas exitosas y de amplio impacto positivo para la sociedad no es producto de la intuición o del facilismo. En la medida en que nuestras sociedades crecen en cantidad y en necesidades se requerirá cada vez políticas con diseños más sofisticados que busquen impactar problemas específicos y, para hacerlo, se debe estudiar mucho y tener equipos de trabajo con sólida formación académica y desapasionamiento político. Mi objetivo es contribuir a que las decisiones políticas sean tomadas con mayor conocimiento, para lograr tener un mayor impacto en la vida de los ciudadanos.
La política, los medios y la academia. Esos han sido los tres escenarios en los que he participado y espero seguir haciéndolo para encontrar soluciones a los problemas más urgentes de la sociedad con un enfoque de la innovación y la tecnología.